El “Efecto 2.000”, el 12 del 12 de 2012… Desde que el mundo es mundo han existido numerosas teorías sobre cómo y cuándo nuestra sociedad tocaría a su fin. Ahora, parece que esta vez sí, se nos acaba el tiempo. La crisis climática ha alcanzado un estado más que avanzado y, con una pandemia mundial como acelerador de la catástrofe, esta ha cogido de las orejas a las empresas para poner sobre la mesa un nuevo concepto: ESG.

No ser sostenible ya no es una opción

Tal y como hemos comentado en otros momentos, por ejemplo, cuando hablamos de los movimientos washing; la sociedad ha evolucionado y los consumidores, especialmente la Generación Z, se han vuelto mucho más exigentes y preocupados por la procedencia de los productos o las condiciones de los servicios que consumen. Un cambio de paradigma que ya está empujando a las empresas a dar un paso al frente y aceptar nuevos compromisos que ayuden a dar solución a problemas globales de primera fila como la crisis climática o la desigualdad social.

En consecuencia, ser o no ser sostenible ha dejado de ser esa gran pregunta corporativa con tintes shakespearianos o ese “elephant in the room” que se valorará más adelante. Ser sostenible es ahora una obligación, una reclamación que viene desde el centro: los consumidores. La exigencia es total y, por lo tanto, se ha de dejar de ver como algo negativo para pasar a considerarlo una oportunidad de que las compañías contribuyan al avance y no al hundimiento global.

¿Qué es el ESG?

El término ESG da una vuelta de tuerca a la ya más que conocida -y en muchos casos ignorada- Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Las siglas ESG son un acrónimo de Environmental, Social and Governance (medioambiente, sociedad y gobierno): tres ejes de acción que aúnan diferentes requisitos, los cuales, en función de su cumplimiento, proporcionan más o menos posibilidades de éxito a las compañías, generando rentabilidad y aportando valor para los consumidores.

 

Environmental, Social and Governance

Eje medioambiental: fácil y sencillo. Agrupa aquellos criterios que analizan el comportamiento de una compañía respecto del medioambiente, es decir, evalúa el impacto ambiental de cada empresa.

  • Cambio climático y reducción de emisiones
  • Uso racional del agua
  • Biodiversidad
  • Eficiencia energética
  • Reforestación
  • Gestión de residuos
  • Economía circular

 

Eje social: en este grupo se encuentran criterios fundamentales que miden la relación de las compañías con su ecosistema social y, por lo tanto, son un reflejo de los valores de marca.

  • Satisfacción del cliente
  • Igualdad de género y biodiversidad
  • Apoyo a colectivos vulnerables y ayudas sociales
  • Salud y seguridad
  • Contribuciones a la comunidad
  • Formación
  • Derechos Humanos

Eje de gobierno: se trata de los criterios que evalúan las tripas empresariales de las compañías. O sea, su dirección, su administración, sus accionistas y, cómo no, las responsabilidades de los mismos.

  • Sistema de gobierno corporativo
  • Remuneraciones
  • Ciberseguridad
  • Cadena de suministro responsable
  • Sistemas de Cumplimiento

 

PYMES, esto también va por vosotras

Es importante tener claro que tanto el RSC como su nuevo primo hermano, el ESG, no solo afectan a las grandes compañías. La huella de carbono, las buenas prácticas a nivel de proveedores y recursos humanos o la gestión de residuos –la de Toni Soprano no, la otra- también atañen a las pequeñas y medianas empresas.

Estas, aunque un tanto rezagadas, están ya en vías de sumarse a la tendencia de la sostenibilidad y las buenas prácticas que suponen un punto de inflexión respecto a la lucha contra el cambio climático y –palabra de Oh la là!- un trampolín hacia el avance positivo y un aliento para las nuevas generaciones.